Cuando tu empresa cumple alcanza una serie de objetivos constituirse en sociedad jurídica comienza a ser una necesidad. Uno de los motivos es que con las sociedades se paga menos impuestos. Además, si el negocio necesita cuantiosas inversiones es mejor formar una sociedad para que tu patrimonio personal se desvincule del de la empresa. Dos de estas formas jurídicas en las que puedes constituir tu empresa son Sociedad Anónima y Limitada.
Diferencias entre S.L y S.A
Según el INE, España cuenta con 92.986 Sociedades Anónimas y con 1.137.696 Sociedades de responsabilidad limitada. Si bien ambos tipos de sociedades son las más comunes en nuestro país, también existen otras tantas formas jurídicas. Ahora bien, ¿cuál sería la que más nos interesaría? Para responder a estas preguntas lo mejor es conocer bien cada una de estas formas jurídicas.
Sociedad de responsabilidad limitada
En España, la SL es la forma jurídica más utilizada. Con este modelo la responsabilidad de sus socios está limitada al capital aportado. Aunque es importante resaltar que de un tiempo a esta parte la concesión de créditos a la sociedad limitada está influenciada por la situación personal de sus miembros. Por este motivo se habla de la desaparición de la responsabilidad limitada.
Una ventaja de la Sociedad Limitada frente a la anónima es que su coste de fundación es más bajo, asciende a 3.006 euros. Por su parte, la SA tiene un capital mínimo de 60.000 euros. En ambos casos, solo es necesaria una persona para constituirla.
El principal inconveniente que plantean las sociedades limitadas es que al estar constituidas en participaciones, estas no se pueden transferir tan fácilmente. De hecho, su venta queda regulada en los estatutos de la sociedad. Pero no todo son inconvenientes. Este tipo de sociedades son de más fácil gestión y sus socios suelen ser al mismo tiempo trabajadores y capitalistas.
Sociedad Anónima
Por su parte, la SA es menos habitual ya que para su constitución requiere un mayor desembolso. La responsabilidad en estos casos también es limitada al capital aportado, pero la principal diferencia es que el capital social de esta sociedad está formado por acciones. Esto implica que su compraventa es libre, es decir, cualquier miembro puede vender o comprar acciones.
Lo más habitual en este tipo de sociedad es que sus capitalistas no sean trabajadores, aunque también se da este último caso.
Otro de sus grandes inconvenientes, además del capital social mínimo, es que la gestión de estas sociedades es más compleja.
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